Desde que era pequeña me encantaba encerrarme en mi mente para así, pasar tiempo dentro de mis historias. Toda mi vida he sido adicta a soñar despierta. No importaba si estaba en clase, hablando con alguien o haciendo algo importante, siempre había un escenario pasando por mi mente.
Algunas veces, cuando voy en el coche camino a la escuela, veo algún edificio y comienzo a imaginar que estoy dentro de él. Tal vez trabajando como la dueña del lugar, otras estoy en camino a una entrevista o simplemente soy alguien que va pasando por ahí. Comienzo una película que odio no terminar, incluso si sólo dura unos cuantos minutos. Otras veces observo a la gente que está parada en las banquetas o que están junto a mi auto en el semáforo y comienzo su película. En ella veo sus vidas o al menos la que yo imagino que tienen. Cuántos hijos tienen, el lugar en dónde viven, su trabajo, lo que se te pueda ocurrir yo ya lo imaginé y lo viví con él o ella en minutos.
No importa la situación en la que esté yo prefiero estar dentro de mi mente. Juro que no estoy loca pero definitivamente es más divertido estar en un mundo de fantasía que en la realidad, pues ahí no importa lo extraño que sea lo que imagine, porque aún así puedo hacer que suceda, una cualidad que le falta a la vida real.
Creo que esto es una de las razones por las que siempre he querido ser escritora. Para mí, esto era algo que a todo el mundo le pasaba, en mi mente yo creía que la gente siempre está encerrada en su propio mundo de fantasía que imaginan cada vez que ven o escuchan algo lo suficientemente interesante para escribir una nueva historia. Pensaba que las personas tenían varios escenarios planteados dentro de su cabeza y cambiaban de uno a otro cuando las cosas se ponían aburridas. En realidad pensaba que esto era algo natural. También comencé a notar lo mucho que me encariñaba con estos personajes que creaba. A veces, mientras pasaba la historia dentro de mi mente, yo me reía o lloraba con ellos. Obviamente mi familia me preguntaba qué me estaba pasando y por pena les decía una pequeña mentira blanca. Lo que le pasara a mis "personajes" afectaba mi humor de cierta manera y hacía todo lo posible para que la situación fuera favorable para ellos.
Hace tiempo Ana escribió un artículo acerca de la “ensoñación excesiva” y hasta ese momento supe que lo que me había mantenido despierta por tantos años, distraída de innumerables clases y viviendo en un mundo de fantasía dentro de mi mente no era normal. En realidad es una condición que afecta solamente al 5% de las personas y al parecer yo pertenecía a ese pequeño porcentaje.
Lo más extraño de descubrir que tu pasatiempo favorito es en realidad una condición psicológica es que comienzas a encontrar las causas de cosas que te habían estado molestando por un largo tiempo. Por ejemplo, por fin entendí la razón por la que no duermo en las noches; no es que no supiera que paso más tiempo soñando despierta acostada en mi cama que lo que paso durmiendo, pero ahora comprendo el por qué lo hago. Por: Fer Hinojosa
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